A 50 Años del Fin de la Guerra de Vietnam
Medio siglo ha transcurrido desde aquel 30 de abril de 1975, cuando la imagen de un tanque norvietnamita derribando las puertas del Palacio Presidencial de Saigón selló la derrota más humillante sufrida por los Estados Unidos. La Guerra de Vietnam, un conflicto que costó a Washington 58.000 vidas, dejó una herida moral imborrable, dividió a su sociedad y encendió una ola de protestas que resonaron con las voces de Martin Luther King y Bob Dylan.
Todo comenzó, formalmente, en 1964. Una supuesta provocación vietnamita en el Golfo de Tonkín sirvió de excusa al presidente Lyndon Johnson para desatar una respuesta militar masiva. Se iniciaba así el capítulo más vergonzoso en la historia bélica estadounidense posterior a su victoria en la Segunda Guerra Mundial. Pero la historia de Vietnam era ya una de larga resistencia. Años de ocupación francesa, luego japonesa y nuevamente francesa tras 1945, culminaron en la histórica victoria vietnamita en Dien Bien Phu en 1954.
Tras la independencia de Francia, la nación quedó partida: el Norte comunista, liderado por el legendario Ho Chi Minh y apoyado por la URSS y China, frente a un Sur tutelado por Estados Unidos, que llegó a desplegar medio millón de soldados. La guerra pronto se desbordó hacia las vecinas Laos y Camboya.
Ante la tenaz resistencia del Vietcong en el sur, en 1965 EEUU se fijó como objetivo destruir la Ruta Ho Chi Minh, vital corredor de suministros que serpenteaba por Laos y Camboya. La estrategia elegida fue brutal: destruir la cobertura selvática con herbicidas. La infame “Operación Ranch Hand” (1965-1973) roció 80 millones de litros de defoliantes, incluyendo el tóxico Agente Naranja cargado de dioxinas, sobre el 20% del territorio. Tres millones de hectáreas de bosque fueron arrasadas. Las consecuencias humanas fueron devastadoras: 4.8 millones de personas expuestas, 3 millones directamente contaminadas. Muchos murieron por enfermedades derivadas; otros sobrevivieron con secuelas terribles, y miles de niños nacieron con malformaciones y discapacidades severas.
La caída de Saigón puso fin a tres décadas de conflicto ininterrumpido, dejando un país por reconstruir. El saldo: 280.000 muertos survietnamitas, dos millones de norvietnamitas y 200 mil civiles. El 70% de la infraestructura yacía en ruinas, y la tierra del sur estaba envenenada por los químicos.
Sin embargo, Vietnam ha demostrado una capacidad asombrosa para reinventarse. Tras el levantamiento del embargo estadounidense en 1993, el país se ha consolidado social y económicamente, atrayendo inversiones masivas. Gigantes textiles y del calzado como Adidas, The North Face o Inditex producen allí. De importar arroz de China, pasó a ser uno de los mayores exportadores asiáticos. Su PBI no ha dejado de crecer (un promedio del 5,4%), el desempleo es bajo (4,5%) y la pobreza se redujo drásticamente del 75% en 1979 al 9,2% en 2019. Con 93 millones de habitantes (la mitad jóvenes) en 341.000 km², Vietnam ha mejorado notablemente el bienestar y la esperanza de vida. La guerra es un recuerdo imborrable, parte de su identidad, pero no condiciona su presente. Hoy se define como una “república socialista con economía de mercado”, buscando equilibrar tradición y globalización capitalista.
La gesta vietnamita es un faro: la lucha de un pueblo contra el sometimiento imperial, primero francés y luego estadounidense. Sirvió, también, para desnudar la crueldad y el desprecio por la vida humana del imperialismo norteamericano, esos autoproclamados “paladines de la democracia y la libertad”. Demostró que los pueblos con conciencia nacional y dignidad pueden vencer a los imperios.